Balance saludable para una vida plena

Hora de balance anual.

Analizar cuánto en el Debe y cuánto en el Haber. Cuántas pérdidas. Y cuántas ganancias. Cuál es el saldo.

Analizar las pérdidas significativas implica pensar cuánta gente no saludamos, a cuántos no escuchamos ni socorrimos, quiénes se fueron lejos de nuestra compañía y cuántos nos dejaron definitivamente porque otro cielo los esperaba. Cuántos errores para no cometer nuevamente, cuántas caídas en el pozo de la desolación para trepar y salir al aire fresco de la mañana recién nacida. Cuántas veces habló el orgullo y no pedimos perdón. Y las palabras fueron dardos al corazón del otro, desprovistas de ternura… O la crítica se llenó de ponzoña vieja para abrir heridas nuevas. Cuántas veces nos ganó el desaliento y no lo hicimos. Y empezamos de nuevo y abandonamos a mitad de camino. Cuántas promesas incumplidas, traiciones a la confianza del mejor amigo. Infidelidades innecesarias. Cuántas inversiones equivocadas para resignificarlas y optimizar el aprendizaje.

Porque de eso se tratan las ganancias: cuánto aprendimos de las veces que caímos y logramos levantarnos. Con quién nos reconciliamos y olvidamos las faltas o las ofensas previas. A cuántos amigos invitamos expresamente a casa con un mate o con un asado. Cuán agradecidos estuvimos con los que de cualquier manera nos tendieron manos y puentes. Nacimientos nuevos, trabajos recompensados, sorpresas inesperadas. Cuántas creencias perturbadoras arrojamos al tacho de la basura, cuántos pensamientos negativos cambiaron de color y se transformaron en energía positiva. Proyectos emprendidos, manos tendidas, un nuevo viaje, paisajes de ensueño, atardeceres sobre el río. Un viejo amigo reaparecido en el chat, una llamada telefónica para el cumpleaños de quien menos lo esperábamos. Eso es ganar, es sumar, es aumentar la confianza en uno mismo porque fuimos protagonistas de un éxito a veces imperceptible pero real.

Porque de eso también tratan las ganancias. Si no reconocemos los cambios, por mínimos que fueren, nunca vamos a sentir que avanzamos. Y no vale la pena tirarse por la ventanilla del tren que nos lleva, si vamos a estar permanentemente preguntándonos si por este riel se llega a alguna parte. Mucha gente por eso, no ha llegado todavía.

En este sentido propuesto, el balance es siempre positivo.

Porque hemos vivido y experimentado, aunque muchas experiencias se sustenten en el dolor propio y ajeno. Aunque el cuerpo se haya quejado a destiempo porque no lo hemos escuchado y nos generó un tumor, una alergia, una adicción. Mientras estamos vivos hay tiempo de detenerse y analizar las huellas, tomar otro atajo, cambiar rotundamente el rumbo, poner a funcionar las ideas ya tanto tiempo  amasadas. Hay tiempo aún de ser flexibles para pensar que una vida mejor es posible, que hablar y actuar a tiempo es mejor que lamentarse después. Y si solos no podemos, pedir ayuda a tiempo para que nos cambien el cristal con que miramos la vida.

Balance final: Saldo positivo. Ponele la firma. Vos fuiste el contador de tus propias cuentas.

 María Susana Huber

Prof. en Letras y Consultora Psicológica

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